por Bernard Hinault, el patrón del Tour
Rodador completo y más que aceptable escalador, su voluntad de hierro fue decisiva en sus triunfos
Inteligente y con grandes dotes de mando, su carisma influía en sus adversarios
En sus inicios cogió el testigo del gran Eddy Merckx y en su retirada se lo entregó a Greg Lemond
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Bernard Hinault, uno de los grandes del ciclismo, ha sido el último francés que ha ganado el Tour de Francia
Francia siempre había sido un país de grandes ciclistas como Speicher, Leduq, Antonin Magne, Lapebie, Vietto, Riviere y un largo etcétera. Brillar a la sombra de tan grandes e ilustres maestros resultaba difícil. Para acabar de arreglar las cosas surgió un tal Jacques Anquetil, un auténtico fenómeno en todos los sentidos, corredor completísimo, elegante, popular y que lo conquistó todo poniendo el relevo por las nubes.
Pero Bernard Hinault, Yffiniac, Francia, 14 de noviembre de 1954, 'el Tejón' o 'el Caimán' como le llamaban, no se dejó arrastrar por tantas toneladas de glorioso pasado, como no se dejó impresionar por los éxitos recientes, cuando empezó su carrera profesional, del fabuloso Eddy Merckx. Con una gran clase y determinación consiguió penetrar en el túnel de los elegidos ya que fue uno de los pocos campeones que consiguió inscribir su nombre en las tres grandes pruebas por etapas. El Tour en cinco ocasiones, Giro en tres y Vuelta en dos.
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Rodador completo, escalador más que aceptable, voluntarioso, sacrificado y con una moral de hierro, Hinault poseía además una vista de águila en las carreras, aplicando su inteligencia a la elección del momento oportuno para dar el golpe. Tenía dotes de mando inigualables y su carisma influía notoriamente en todos sus adversarios. Muy cuidadoso en el detalle, meticuloso y tenaz, siempre prefirió la planificación a la improvisación. De todos modos, sus arranques de genio eran célebres y su pundonor salía a relucir con frecuencia. Tal vez no poseía la caballerosidad de Anquetil ni su soberbio estilo; tal vez no tuvo cualidades tan rotundas como las de Eddy Merckx; pero que fue un gran campeón no cabe la más mínima duda.
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Perteneciente al equipo Renault desde que se hizo profesional hasta 1984, estuvo a las órdenes de Cyril Guimard con el que comenzó un binomio triunfal. Ganó su primer Tour en 1978 en su primera participación en la ronda gala, haciendo buenas las palabras de Guimard que dijo que le haría debutar en la Grand Boucle cuando estuviese preparado para ganarla. El dúo Hinault-Guimard conseguiría 4 Tours de Francia, 2 Giros de Italia y 2 Vueltas a España, destacando los dobletes Vuelta-Tour en 1978 y Giro-Tour en 1982 y 1985.
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Las lesiones y algunas desavenencias con su equipo y con Guimard hacen que en 1984 entre a formar parte de La Vie Claire comenzando una nueva etapa en su carrera. El bretón no pudo con sus antiguos compañeros Guimard y Fignon y acabó segundo en el Tour tras atacarles en todos los terrenos. Nombró entonces, como sucesor suyo, al norteamericano Greg Lemond, pieza clave en ese Tour que ganó Fignon, y al que arrebató al equipo Renault dando un gran golpe de efecto. El norteamericano ayudó a Hinault a imponerse en su quinto Tour en 1985, y 'el Caimán' le devolvió el favor al año siguiente. Famosa se hizo la imagen de una etapa alpina del Tour-86 en la que ambos entraron en la meta cogidos de la mano, y Lemond cedió el triunfo al entonces compañero de filas. Aunque esa supuesta ayuda de Hinault a Lemond fue ampliamente debatida y puesta en duda, pues la ambición del bretón por ganar su sexto Tour le hizo las cosas muy difíciles al joven talento norteamericano.
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Al final de esta temporada, cinco días antes de cumplir los 32 años y cuando estaba todavía en plena forma se retiró del ciclismo en activo, para alegría de su esposa y sus hijos, a los que iba a poder dedicar el tiempo del que les había privado en sus doce años de ciclismo profesional, y cumpliendo lo que había manifestado en multitud de ocasiones anteriormente, referido a la fecha en la que se iba a retirar y a sus deseos de no arrastrarse por las carreteras del mundo. Pero este "adiós" sería llorado por los aficionados de todo el mundo, que veían a Hinault como el corredor que posiblemente pudiese batir la marca de los cinco Tours conquistados, primero por Anquetil y luego por Merckx y el propio Hinault.
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Serio, concentrado, equilibrado y regularísimo cuando estaba en forma —que lo era casi siempre—, Hinault fue un ejemplar de los que entran pocos en la escena. Tenía las maneras de un gran campeón y, dentro y fuera del deporte, lo demostró siempre. Para Hinault, ganar era una cuestión de orgullo, algo personal. Su autoridad siempre tenía que imponerse, fuera y dentro del pelotón. Era el patrón por excelencia.
Se ha dicho que Hinault se benefició de una etapa en la que los grandes adversarios no existían aunque sería injusto abundar en eso. Cada época tuvo su campeón indiscutible. Hinault lo fue de su generación, sin ningún género de dudas. ¿Qué hubiera pasado si hubiese medido sus fuerzas con Merckx o Anquetil? Nadie lo sabe. Por lo demás, las comparaciones siempre resultan odiosas. Lo que sí resulta claro es que Hinault fue un crack de cuerpo entero. Supo ganar, a veces con sacrificios enormes y una voluntad férrea. Y también supo perder. Cuando una nueva ola llegó a la estela de su rueda, prefirió marchase, dejando intacta su fama, y por todo lo alto un prestigio que sólo corresponde a los más grandes.
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Rodador completo y más que aceptable escalador, su voluntad de hierro fue decisiva en sus triunfos
Inteligente y con grandes dotes de mando, su carisma influía en sus adversarios
En sus inicios cogió el testigo del gran Eddy Merckx y en su retirada se lo entregó a Greg Lemond
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Bernard Hinault, uno de los grandes del ciclismo, ha sido el último francés que ha ganado el Tour de Francia
Francia siempre había sido un país de grandes ciclistas como Speicher, Leduq, Antonin Magne, Lapebie, Vietto, Riviere y un largo etcétera. Brillar a la sombra de tan grandes e ilustres maestros resultaba difícil. Para acabar de arreglar las cosas surgió un tal Jacques Anquetil, un auténtico fenómeno en todos los sentidos, corredor completísimo, elegante, popular y que lo conquistó todo poniendo el relevo por las nubes.
Pero Bernard Hinault, Yffiniac, Francia, 14 de noviembre de 1954, 'el Tejón' o 'el Caimán' como le llamaban, no se dejó arrastrar por tantas toneladas de glorioso pasado, como no se dejó impresionar por los éxitos recientes, cuando empezó su carrera profesional, del fabuloso Eddy Merckx. Con una gran clase y determinación consiguió penetrar en el túnel de los elegidos ya que fue uno de los pocos campeones que consiguió inscribir su nombre en las tres grandes pruebas por etapas. El Tour en cinco ocasiones, Giro en tres y Vuelta en dos.
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Rodador completo, escalador más que aceptable, voluntarioso, sacrificado y con una moral de hierro, Hinault poseía además una vista de águila en las carreras, aplicando su inteligencia a la elección del momento oportuno para dar el golpe. Tenía dotes de mando inigualables y su carisma influía notoriamente en todos sus adversarios. Muy cuidadoso en el detalle, meticuloso y tenaz, siempre prefirió la planificación a la improvisación. De todos modos, sus arranques de genio eran célebres y su pundonor salía a relucir con frecuencia. Tal vez no poseía la caballerosidad de Anquetil ni su soberbio estilo; tal vez no tuvo cualidades tan rotundas como las de Eddy Merckx; pero que fue un gran campeón no cabe la más mínima duda.
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Al final de esta temporada, cinco días antes de cumplir los 32 años y cuando estaba todavía en plena forma se retiró del ciclismo en activo, para alegría de su esposa y sus hijos, a los que iba a poder dedicar el tiempo del que les había privado en sus doce años de ciclismo profesional, y cumpliendo lo que había manifestado en multitud de ocasiones anteriormente, referido a la fecha en la que se iba a retirar y a sus deseos de no arrastrarse por las carreteras del mundo. Pero este "adiós" sería llorado por los aficionados de todo el mundo, que veían a Hinault como el corredor que posiblemente pudiese batir la marca de los cinco Tours conquistados, primero por Anquetil y luego por Merckx y el propio Hinault.
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Serio, concentrado, equilibrado y regularísimo cuando estaba en forma —que lo era casi siempre—, Hinault fue un ejemplar de los que entran pocos en la escena. Tenía las maneras de un gran campeón y, dentro y fuera del deporte, lo demostró siempre. Para Hinault, ganar era una cuestión de orgullo, algo personal. Su autoridad siempre tenía que imponerse, fuera y dentro del pelotón. Era el patrón por excelencia.
Se ha dicho que Hinault se benefició de una etapa en la que los grandes adversarios no existían aunque sería injusto abundar en eso. Cada época tuvo su campeón indiscutible. Hinault lo fue de su generación, sin ningún género de dudas. ¿Qué hubiera pasado si hubiese medido sus fuerzas con Merckx o Anquetil? Nadie lo sabe. Por lo demás, las comparaciones siempre resultan odiosas. Lo que sí resulta claro es que Hinault fue un crack de cuerpo entero. Supo ganar, a veces con sacrificios enormes y una voluntad férrea. Y también supo perder. Cuando una nueva ola llegó a la estela de su rueda, prefirió marchase, dejando intacta su fama, y por todo lo alto un prestigio que sólo corresponde a los más grandes.
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